1er Capítulo: En los campos de la Milpa

“Abre tus ojos. ¿qué ves?” 

 


Cuando soñamos, regresamos a la tierra de nuestra niñez. A la milpa. Corriendo, jugando, y escondiendonos entre las altas matas de maíz. Acariciando los tiernos y suaves retoños de frijoles- las ramas del frijol van trenzandose en las matas del maíz para subir a besar al sol. El espíritu de nuestros alegres pasos descalzos van alimentando la calabaza que corre por el suelo- las calabazas salen brotando y estirándose para abrazar la tierra fértil y acogedora.

Nos tiramos al suelo del campo, derrotados y cansados de jugar, y subimos la mirada para presenciar el sol descansando sobre unas suaves nubes color tierno gris que oscurecen al cielo. Gotas de agua comienzan a caer y le dan vida a la seca y deshidrata milpa y a nuestro cuerpo descansando. La tierra, color de mi piel morena, se va aflojando por la humedad de la lluvia y libera un aroma tan vivo y tan relajante, que cuando lo respiramos, se queda grabado en nuestras almas, nuestro centro, Anáhuac.  


Esos son nuestros recuerdos más puros, los que nos llenan de paz y felicidad. Es en nuestros sueños y al compartir nuestras historias donde revivimos nuestra esencia, el centro de lo que somos. Y en nuestro centro está la milpa, las tres hermanas. Para los que vivimos miles de millas de nuestra tierra natal, sabemos que cuando es tiempo de morir, pedimos que nuestros cuerpos regresen a esa misma tierra que guarda nuestras memorias, donde vivimos unidos con la milpa, y con toda la vida.

Pero no somos ni de aquí ni de allá. Seguimos soñando. ¿Qué debemos hacer para despertar ese espíritu de la milpa en nuestros corazones? Para realmente vivir otra vez. 



 

En nuestra sangre llevamos una conexión inexplicable con la milpa, con nuestras semillas nativas, y nuestro maíz nativo. En nuestras historias de la creación se cuenta que venimos del maíz, es nuestro origen como pueblo indígena. Como pueblos originarios de este continente, nacimos juntos con nuestras comidas nativas. El maíz es esencial en nuestra vida diaria, en nuestro conocimiento tradicional, nuestra dieta, espíritu, y nuestra relación con la Madre Tierra y con el mundo.

IN THE FIELDS OF MILPA

Escucha la historia de Angela Ramírez Morales, una mujer indígena

Mixtec de la comunidad de Anahuac.

Debemos regresar a nuestras semillas.

Debemos recordar que nosotros somos las semillas.

Agarramos nuestro maíz nativo en nuestras manos. Pelamos sus capas de cada uno y nos fascinamos por la belleza que vamos descubriendo, cada uno es tan único y diverso como lo siguiente:

Somos maíz rojo, somos Nahua.

Somos maíz verde, somos Maya.

Somos maíz blanco, somos Zapotecos.

Somos maíz morado, somos Mixteco.

Somos el maíz amarillo, somos Totzil.

Somos el maíz negro, somos P'urhépecha…

 
 

EN LOS CAMPOS DE MILPA

Escucha la historia de Cristina Arellanez Vasquez, una mujer indígena

Zapotec de la comunidad de Anahuac.

 

Nuestras comunidades indígenas, son como el maíz. Cada variedad es tan diversa y rica como las demás.

Pero, ¿por qué hemos olvidado quién somos? ¿Por qué debemos recordar y compartir nuestras hermosas y diversas semillas de maíz para que las futuras generaciones recuerden quién son?

 
 

EN LOS CAMPOS DE MILPA

Escucha la historia de Luisa Flores Morales, una mujer indígena Mixtec de la comunidad de Anahuac.